Por Cristián Parodi*
(El siguiente post es la continuación de la primera parte : «Escuela Secundaria: El 20% de las materias producen el 80% de los aplazos. Parte I«)
2. Redes de apoyo de la escuela
Cada escuela cuenta con redes de apoyo: la comunidad, las familias, la cooperadora escolar. En algunos casos tienen presencia ONGs o asociaciones civiles. De acuerdo a mis observaciones, la principal red de apoyo de una escuela reside en las familias. Su trabajo y colaboración se hace visible a través de la cooperadora. Esa colaboración es voluntaria, mas o menos coordinada, eventual o sistemática y – sobre todo – a pulmón.
Este proyecto requiere pasar a otra instancia de apoyos, más reforzados y coordinados, que estén fuertemente identificados con el proyecto colectivo que se busca alcanzar: que más adolescentes aprueben los trimestres aprendiendo. Si eso sucede, más estudiante lograrán pasar de año y la opción de abandonar la escuela les será cada vez más lejana.
En el punto anterior – Sistema de gestión de calificaciones – vimos la necesidad de poder identificar a tiempo a aquellos estudiantes que necesiten ayuda para poder aprobar las materias que producen el 80% de los aplazos. Una vez que los hayamos identificado tenemos que poder dirigir esa ayuda rápidamente, durante y antes que finalice el trimestre, el lapso de tiempo que disponemos para que todo funcione de acuerdo al plan y sus objetivos.
Propongo que esa ayuda surja de un grupo de tutores, guías o mentores que tomen el desafío y la responsabilidad de ayudar a esos estudiantes a aprobar esas materias. Deberán activar un trabajo colaborativo, cercano y cooperativo con los docentes para que esa acción de complementación sea efectiva. Es clave conocer la mirada de los profesores y estar en coordinación con ellos para que ese grupo cumpla con su misión.
Cada uno de los tutores deberá estar atento a los datos que vayan surgiendo de las trayectorias de los estudiantes, que se irán generando a partir de los registros formales y vivenciales como se explicó en el punto 1. Cuando comiencen a aparecer allí estudiantes con necesidades de apoyo, rápidamente deberán comenzar con clases de refuerzo, guía y acompañamientos para que los alumnos aprueben. Como mencionamos, también deberán estar en coordinación con los docentes para conocer sus recomendaciones y sugerencias respecto del tipo de apoyo que cada estudiante necesite. A través de ese interés y cuidado grupal de adultos coordinados en concretar una misma meta, iremos obteniendo el logro colectivo que nos interesa: que más adolescentes aprendan y aprueben.
Tenemos que analizar quiénes pueden ser candidatos para conformar el grupo de tutores, sabiendo que buscamos personas que asuman la responsabilidad de la tarea y estén de acuerdo en trabajar en equipo y colaborativamente con otros.
En mi opinión, tenemos al menos tres grupos para invitar al proyecto y que se sumarán con entusiasmo: ex-alumnos, ex-docentes y familias.
Los egresados tienen un gran sentido de pertenencia con la escuela que los acompañó durante su adolescencia. Los grupos en Facebook son una prueba de ello: jóvenes y adultos que vuelven a encontrarse a partir de haber sido estudiantes de una escuela secundaria, egresando en un determinado año que marcó un hito en sus vidas. ¿En qué ocasiones la escuela los convoca? Diría que casi nunca. Este proyecto sería una excelente excusa para llamarlos, para incluirlos en el proyecto, de sumarlos al desafío colectivo más importante que la escuela haya encarado: que todos sus estudiantes aprueben las materias.
Respecto de los ex-docentes que dedicaron su tiempo y energía cuando estuvieron en la escuela, los que se jubilan, dejan o se retiran por otras causas pero que siguen con las ganas y la vitalidad para aportar a la institución en la que trabajaron. ¿Por qué no convocarlos también como grupo de apoyo?
Sobre las familias: pensemos que dentro de un grupo de 400/500 alumnos (que puede ser la matrícula promedio de una escuela media) contamos con, al menos, 800 padres con profesiones, conocimientos, experiencias, saberes y talentos diferentes que pueden sumarse como tutores. No necesariamente todos deberán dominar la materia sobre la cual darán los apoyos. Podrán actuar también como guías para estudiantes que sólo necesiten ese rol para re-conectarse con el estudio y aprobar las materias complicadas.
Dentro de la comunidad de padres encontraremos contadores, docentes, ingenieros, emprendedores, artistas, empleados, comerciantes, médicos, amas de casa, electricistas, empresarios, jubilados, encargados de edificio, abogados, programadores, deportistas, diseñadores, músicos, plomeros, economistas, psicólogos, periodistas, escritores, taxistas, mecánicos, etc, etc, etc.
¿Por qué no aprovechar esa multiplicidad de saberes y experiencias para complementar los esfuerzos que se hacen en la escuela?. De paso, ¿por qué no sumamos esas inteligencias para revitalizar la enseñanza en el aula?
Todas estos apoyos y tutorías cumplirán con la meta buscada si disponemos del tiempo y la atención para coordinar esos esfuerzos en la dirección correcta. En la introducción del proyecto mencionamos la necesidad de incorporar un nuevo rol escolar al que llamamos “Desarrollador de Egresados”. Una de sus funciones, tal vez la más importante, será la de coordinar esos grupos de apoyo para que puedan cumplir con su misión. Mantendrá un diálogo fluido entre las partes (tutores, docentes y directivos), supervisará que el sistema de gestión de calificaciones funcione, que los registros formales y vivenciales de los alumnos se registren a medida que sucedan, que las clases de apoyo se lleven a cabo a tiempo y que todo el conjunto cumpla con la principal meta: más aprobados al finalizar el trimestre. Otra de sus funciones será la recabar los fondos que se necesiten para el proyecto, tema que se tratará en la Parte IV.
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*Impulsor de «Hagamos algo por la Educación»
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