La escuela colaborativa

Por Cristián Parodi

[Publicado por primera vez el  27.02.2015]

El Estado (éste, los anteriores, los que vendrán) está más concentrado en administrar los múltiples problemas relacionados con la educación que en dedicarse a pensar y proponer nuevas formas de enseñar y aprender. Acostumbrados a que sea el responsable de todo lo que nos pasa – lo cual en un punto es muy cierto – su ausencia por mejorar la educación nos deja paralizados. Si solamente atiende las crisis, ¿quién se ocupa de diseñar nuevas estrategias pedagógicas para los próximos años que hagan más dinámica la enseñanza y el aprendizaje?

En mi anterior ensayo “Educación y aburrimiento” comenté que entre los extensos problemas que enfrentamos como comunidad hay muchos que están fuera de nuestra capacidad de intervención: salarios docentes, infraestructura para escuelas, capacitación, burocracias, etc., etc., etc. Sí debemos reclamarle constantemente al Estado que todos esos temas se resuelvan para mejorar sustancialmente el sistema educativo. Lo cierto es que no podemos hacer mucho más que eso, allí termina nuestra capacidad de influir.

Sin embargo cuando analizamos la escuela, nuestra escuela, con la que cada uno de nosotros interactúa diariamente en su rol de docente, padre, madre o directivo, podemos encontrar oportunidades de cambio a partir de revisar costumbres y estilos de gestión tan arraigados y con los que nos sentimos cada vez más incómodos. Vemos que hay muchas cosas que no funcionan y esperamos que alguien más las resuelva.

¿No será momento que la comunidad educativa entendida como escuela, docentes y familias intervenga para mejorar la forma en que enseñamos y aprendemos? ¿No será oportuno además tomar cierta independencia pedagógica y de funcionamiento de un Estado (el actual, el del pasado, los que vendrán) que abrumado por las crisis perdió la iniciativa de proponer mejoras al sistema?

Como comunidad podemos aportar ideas, propuestas y reflexiones que mejoren el sistema. Aquí sí podemos intervenir para generar un cambio. En la era de las redes sociales la palabra intervenir connota la acción de colaborar y cambia su sentido negativo de intromisión por el de cooperación. De la cooperación se obtiene la colaboración. La independencia pedagógica y de funcionamiento que buscamos tiene que partir desde esos atributos: una comunidad que colabora y coopera para mejorar la educación. ¿Existe algún modelo que nos pueda guiar para diseñar esa nueva escuela?

En los últimos años la tecnología nos ha brindado comunicaciones móviles, entretenimiento virtual e Internet, por mencionar las que más usamos. Pero también ayudó a configurar lo que se conoce como “Crowsourcing” (crowd –multitud– y outsourcing –recursos externos), que representa al conocimiento colaborativo distribuido en las redes. En otras palabras, aprovecha la inteligencia de cada uno de los miembros de la comunidad para que puedan aportar su conocimiento en un determinado tema. El ejemplo más conocido es Wikipedia: cada uno de nosotros tiene la total libertad de aportar su saber sobre un determinado tópico para dar más precisión a la información almacenada en la enciclopedia virtual. La inteligencia colaborativa que se produce es interesante además porque es la propia comunidad quien protege la exactitud de los datos, refutando los que sean dudosos o no comprobados. Con esa dinámica de funcionamiento Wikipedia viene ramificándose desde el 2001, contiene más de 37 millones de artículos escritos en 287 idiomas y se la reconoce como una fuente de información fidedigna – y por cierto muy utilizada en la escuela.

Entonces, ¿qué pasaría si tomamos las esencia del modelo Wikipedia para diseñar una escuela colaborativa? ¿Cómo sería ese proceso? ¿Qué cambios podríamos conseguir?

Tendríamos que empezar definiendo qué entendemos por comunidad educativa –  directivos, docentes, y familias que forman la escuela – y afirmar luego que cada uno puede aportar libremente su inteligencia para diseñar nuevas formas de enseñar y aprender. Lo siguiente sería reconocer que, como pares, nos merecemos el respeto del otro y que debemos descartar definitivamente el mal trato y la intolerancias entre los miembros de esa comunidad porque las buenas ideas, la motivación y las ganas por desarrollarnos surgen de ambientes amigables y no de espacios de confrontación. La escuela no debe ser un espacio de confrontación.

Los directivos, por su parte, deberían considerar que muchas de las ideas y apoyos que necesitan para mejorar el funcionamiento de la escuela pueden surgir de esa comunidad y que la mejor iniciativa que pueden tener es propiciar espacios de encuentro entre padres y maestros para resolver en forma conjunta los problemas y desafíos que enfrentan. Esto implicará que miren a la escuela desde una nueva perspectiva: una horizontalidad de inteligencias de pares que implica una gran oportunidad para cambiar el viejo modelo verticalista en donde todo se hace por “órdenes de arriba”. Una costumbre muy arraiga en el Estado donde el conocimiento se encontraba exclusivamente en sus estructuras burocráticas. Una costumbre que ha quedado crudamente oxidada.

El conocimiento también está en la comunidad, tenemos que aprovecharlo. Cada escuela es un ecosistema con necesidades y recursos conformada por pares de afinidades que se conocen y que pueden sumar sus inteligencias para mejorarla. Los directivos son los que tienen que dar el primer paso animándose a sumar su comunidad para auspiciar un verdadero clima de cooperación.

Si podemos intentar este desafío estaríamos construyendo escuelas autónomas que se desarrollan a través del impulso de su comunidad. Una escuela motivada en hacer algo distinto que entiende que el cambio de paradigma que tanto buscamos padres y docentes tiene que surgir irremediablemente de esa comunidad. Seguir esperando que el Estado resuelva todos nuestros problemas es desaprovechar el tiempo. Usémoslo para empezar a construir las bases de una escuela relacionista que pone el acento en la inteligencia de su comunidad para proponer nuevas formas de enseñar y aprender.

Depende de nosotros. Como comunidad podemos intentarlo.
* Impulsor  “Hagamos algo por la educación”

 

Nota del autor:

Este ensayo busca aportar otros puntos de vista para generar un debate que nos ayude a mejorar – aunque sea un poco – la forma en que enseñamos y aprendemos.

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